La población ha crecido en 1.000 millones de personas en la última década y, por lo tanto, también lo ha hecho la demanda de alimentos. Es por eso que se están realizando cambios en el sector agrícola para satisfacer la demanda. Uno de estos cambios son los invernaderos inteligentes, que guían al agricultor con la información que recogen sobre parámetros de salud y productividad del cultivo. Estamos ante un invernadero 4.0: sensorizado, inteligente y autónomo.
Los invernaderos inteligentes tienen como objetivo la mejora de los procesos que ayudan a la toma de decisiones. Cuentan con una plataforma de información que permite: la conexión de todos los parámetros, la digitalización y posibles recomendaciones sobre el manejo de los cultivos.
Gracias a estos invernaderos, se mejora la productividad de los cultivos y se consigue un ahorro en los costes de explotación. Los tratamientos fitosanitarios y los riegos se ajustan a las necesidades reales de los cultivos, sin tener posibles desperdicios o faltas.
¿Cómo funcionan?
En general, el sistema utiliza la conexión de un conjunto de sensores. Estos recogen las variaciones para los que están programados: niveles de CO2, humedad, uso de fitosanitarios, etc.
A partir de estos datos, los algoritmos y sistemas de inteligencia artificial se encargan de desarrollar las recomendaciones de actuación óptimas para llevar a cabo en el cultivo.
Los invernaderos actúan como un entorno autónomo. El sistema analiza toda la información facilitada y toma decisiones sobre cómo proceder. Estas decisiones no se llegan a ejecutar. Corresponde al ingeniero agrónomo y al agricultor a cargo de la explotación interpretar las recomendaciones del sistema.
Se persigue que la toma de decisiones se base no en la pericia o experiencia del agricultor, sino en datos objetivos que han sido obtenidos con herramientas de última generación.
Los sensores de los invernaderos inteligentes
Los sensores con los que se está trabajando son muy variados, como por ejemplo los sensores de control climático. Permiten adaptar las condiciones interiores en base a las previsiones meteorológicas. Están vinculados a mecanismos de automatización de apertura de ventilaciones, radiómetros que indican el grado de luz interior y calefacción, entre otros.
También los hay que analizan la calidad del suelo. Más concretamente, la cantidad de fertilizante y riego necesario para una buena cosecha. Otros sensores están diseñados para el control de plagas y para una fumigación más eficiente.
Estos son solo una muestra de lo que está por venir en términos de tecnología para la agricultura. Quién sabe qué sensores habrá en el mercado el día de mañana y cómo seguirán revolucionando la forma en que producimos nuestros alimentos. Lo que sí es seguro es que la tecnología seguirá avanzando para mejorar la productividad, eficiencia y sostenibilidad de la agricultura en todo el mundo.