Los agricultores de la Safor (Valencia) están reduciendo el uso de fertilizantes químicos al regar sus cultivos con bacterias “buenas”. Esta técnica disminuye el impacto ambiental, aumenta la rentabilidad y cumple con las normativas ecológicas.
Pero, ¿las bacterias no son malas?
Las bacterias han tenido siempre mala fama debido a su asociación con las enfermedades como la salmonelosis o la gonorrea. Sin embargo, estos microorganismos nos rodean y tienen un papel esencial en la naturaleza, especialmente en el suelo agrícola. Allí, las bacterias facilitan la absorción de nutrientes esenciales, como el nitrógeno, el fósforo y el hierro. Otras producen hormonas vegetales que estimulan el desarrollo de las raíces de las plantas.
Además, las bacterias pueden actuar como pesticidas naturales. Producen compuestos que combaten insectos, hongos y bacterias patógenas. Gracias a estas características, algunas se están convirtiendo en auténticos fertilizantes y pesticidas. Por eso, ya nos podemos encontrar algunos ejemplos de su uso en la Agricultura 4.0.
Las bacterias se cuelan en el sistema de riego de Safor
En la comarca de la Safor, en Valencia, se ha implementado un sistema de riego que utiliza bacterias en lugar de fertilizantes químicos. Los Canales Bajos del Serpis, que suministran agua a 24.000 fanegas de suelo agrícola, han incorporado desde 2023 bacterias de la especie Azotobacter. Estas bacterias tienen la capacidad de fijar nitrógeno de manera natural en el suelo, eliminando la necesidad de abonos químicos, evitando la acumulación de residuos contaminantes.
El uso de Azotobacter ha permitido que los frutos de las fincas regadas con este método sean automáticamente clasificados como ecológicos. Esta práctica está ayudando a los agricultores a cumplir con las normativas que exigen la adopción de sistemas no contaminantes en la producción agrícola. Además, se ha demostrado que la incorporación de bacterias en el riego reduce significativamente el tiempo y los costes asociados con la fertilización, mejorando así la rentabilidad de las explotaciones agrícolas.
Eficaz en el cultivo de la fresa
En Andalucía, un proyecto financiado por la Junta, puso a prueba esta alternativa ecológica en el cultivo de la fresa. Utilizaron fertilizantes bacterianos basados en la Rhizobacteria, junto con una reducción del 30% en el riego y el uso de fertilizantes químicos.
Los resultados en las pruebas de invernadero indicaron que, aunque las plantas tratadas con el biofertilizante no crecieron igual que aquellas tratadas con fertilización convencional, lograron producir fresas del mismo tamaño y cantidad. ¿Los beneficios? Los mismos que en la Safor: disminuir la contaminación de aguas y suelos y un ahorro económico para los agricultores.