«El agua no se puede quedar en superficie”, afirmaba Raúl Rojano en una de nuestras noticias anteriores. Es el creador del Hidroinfiltrador, un dispositivo infiltrador que conecta el agua de lluvia o riego con las raíces del olivo. “El agricultor tiene que aprovechar el agua al máximo. Sólo así, tendrá una buena cosecha”.
En una finca granadina, en medio del característico “mar de olivos” de Andalucía, un agricultor se encontraba ante una disyuntiva. Era 2008 y Raúl Rojano veía como cada vez su cosecha de olivas era menor. Por más que regara, sus olivos se mantenían secos y poco productivos. Pronto se dio cuenta de que tenía un problema de erosión en su finca. El suelo, que proporcionaba a los árboles la mayoría de nutrientes y el agua que necesitaban, se estaba desgastando. Rojano sólo tenía dos opciones: conformarse con la situación, con el deseo de que no fuese a peor, o mejorarla. Eligió la segunda opción.

En línea con su labor como investigador de la Universidad de Granada, desarrolló un dispositivo infiltrador que permite que todo el agua del riego llegue hasta las raíces del olivo. Se trata de una malla de carbono activo, de 50 cm de largo, que es capaz de retener hasta cinco veces su peso. Actúa como una esponja, recoge el agua y la conecta con la raíz de la planta.
Aunque la investigación comenzó en 2008, el desarrollo del invento se enmarca en la tesis doctoral que ha realizado Raúl Rojano junto con el catedrático Jesús Párraga y el profesor Juan Manuel Martín. La culminación de este arduo trabajo se materializó en 2019, cuando lograron registrar la patente en asociación con la Universidad de Granada. Han compartido sus hallazgos a través de varios artículos científicos e insisten en continuar con su investigación. Actualmente, están colaborando con la Universidad de Valencia para demostrar los beneficios del infiltrador en la biodiversidad del suelo. Mientras tanto, la comercialización de esta innovación revolucionaria se lleva a cabo a través de su empresa, Hidroinfiltrador, S.L., desde donde también brindan servicio y asesoramiento a los agricultores que buscan optimizar sus prácticas con esta tecnología puntera.
¿Cómo funciona el infiltrador?
La instalación del infiltrador resulta sorprendentemente sencilla. Basta con situarlo en las proximidades del árbol, enterrándolo a una profundidad de 50 cm y dejando únicamente expuestos los cantos rodados. Estos elementos, dispuestos en el interior de la malla del infiltrador, constituyen la zona no capilar y actúan como un eficiente ascensor para el agua. Su función es doble: previenen la evaporación y la fuga de cualquier gota de agua, al tiempo que facilitan el recorrido del líquido hasta el extremo del infiltrador. Una vez que el agua ha atravesado este lecho de cantos rodados, entra en contacto con el carbón activado, que dirige el agua directamente hacia las raíces del árbol.
Gracias a este funcionamiento, el dispositivo se adapta tanto a los olivos de secano como a los de regadío. Tiene la capacidad de absorber eficientemente el agua de la lluvia y dirigirla directamente hacia las raíces de los olivos. Además, su utilidad se extiende al riego convencional o por goteo, permitiendo al agricultor verter el agua directamente sobre el dispositivo. Así, el infiltrador garantiza que cada gota de agua sea aprovechada, asegurando que los olivos se beneficien completamente de esta tecnología.
Las aplicaciones de este dispositivo no acaban aquí. Jesús Párraga, catedrático de la Universidad de Granada e investigador del Departamento de Edafología y Química Agraria, destaca que muchos agricultores optan por adquirir el infiltrador «exclusivamente para tratamientos de la raíz y para utilizarlo como abonadura«. Este enfoque permite a los agricultores abordar deficiencias nutricionales, como la falta de potasio, al inyectar el nutriente directamente con el agua a través del dispositivo. «Queda demostrado que el infiltrador mejora el entorno de la raíz«, sostiene Jesús Párraga, «y logra que el olivo absorba más agua y nutrientes».

Una solución ante las sucesivas sequías de estos años
La primavera de 2023 fue la más cálida y la segunda más seca desde que se tienen registros. Los últimos balances de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) afirman que se acumularon sólo 95 litros por metro cuadrado. El verano de 2023 también ha hecho historia: ha sido el tercero más cálido, tan únicamente superado por los de 2022 y 2003. La agricultura es uno de los sectores que más se ve afectado por esas condiciones climáticas. Las altas temperaturas y la falta de lluvias provocan en los cultivos el fenómeno llamado “estrés hídrico”. Ante esta situación, las plantas se secan y su rendimiento es menor.
En marzo, muchos cultivos arbolados, en especial el olivo, se encuentran en un estado de brotación y aparición de las primeras yemas. Es a partir de este momento y durante los meses de primavera cuando los agricultores deben invertir gran parte de sus recursos en su explotación. La escasez de agua puede acabar con todo el arduo trabajo y la rentabilidad de ello. Jesús Párraga llama a la calma. Afirma que con el dispositivo infiltrador sólo se necesitaría un mínimo de precipitaciones de 200 litros al año. “Esto es lo que encontramos casi en un desierto”. El infiltrador es un sumidero de esas precipitaciones. “Todos esos 200 litros van directamente a las raíces, a todo el árbol”, apunta el catedrático.
Para Jesús Párraga, el invento puede revalorizar el olivar tradicional de secano para que siga siendo rentable y continúe produciendo grandes cantidades. El sencillo sistema del infiltrador logra que “un agricultor de secano pueda tener garantizada una cuantía mínima de dotación de riego” en sus olivares que sea eficiente.
A pesar de las lluvias vividas en los meses de julio en la península ibérica, las altas temperaturas provocan la evaporación del agua, un “problema fundamental” según los investigadores. La erosión impide que esta se infiltre más allá de los primeros centímetros del suelo, y en pocos días se evapora. Al quedarse en la superficie, añade un peso extra que tiende a aplastar y compactar el suelo, un suelo que atrapa menos carbono. Se trata de problemas que el infiltrador quiere eliminar.

Un aliado contra el cambio climático: secuestra CO2
Los suelos agrícolas representan una de las mayores reservas de carbono en nuestro planeta, gracias a su potencial para aumentar el secuestro de carbono. Esta capacidad convierte a los suelos agrícolas en una vía prometedora para mitigar el creciente problema de la concentración atmosférica de dióxido de carbono (CO2). Según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), se estima que los suelos tienen la capacidad de secuestrar alrededor de 20 petagramos de carbono (PG C) en un lapso de 25 años, lo que equivale a más del 10% de las emisiones del ser humano.
“Cada infiltrador de por sí sólo absorbe entre 7 y 10 kilos de CO2”, afirma Raúl Rojano. Mejora la calidad del suelo al hacerlo más poroso y transpirable. Además, el infiltrador está desarrollado a partir de un biochar que secuestra este gas, el carbón activo. Pero también favorece la absorción de CO2 al suministrar más agua y nutrientes a la planta. Consigue duplicar la tasa de fotosíntesis, lo que facilita una mayor captura de carbono.

Una herramienta clave ante el auge de los olivares de regadío
En España hay más de 280 millones de olivos, según datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. Este cultivo está presente en 15 de las 17 comunidades autónomas. Andalucía es la mayor región productora, con 1,67 millones de hectáreas concentradas, en su mayoría en Jaén, cuna del oro líquido.
El olivo es un cultivo tradicional de secano. En un buen año, con altas precipitaciones y una gran cosecha, el precio del aceite se derrumba, pero cuando hay una mala cosecha, este mismo precio se dispara porque no hay aceitunas para vender. Así es la situación que estamos viviendo en la actualidad en el mercado español. Por eso, muchos agricultores están implantando sistemas de riego en sus olivares con la intención de aumentar su producción y, así, poder aumentar sus ganancias.
Según datos de la Encuesta sobre Superficies y Rendimientos de Cultivos en España (ESYRCE) de 2022, los sistemas de regadío en España han crecido un 19% en los últimos 10 años, hasta suponer el 79% de la superficie total. En 2022, el olivar se ha situado por primera vez como el grupo de cultivo con mayor superficie regada, con 866.736 hectáreas, casi el 23% del total. Ha superado a los cereales, que eran hasta ahora los cultivos con mayor extensión en regadío.
Los episodios de sequías vividos en los últimos años en España ponen de manifiesto que el riego puede llegar a ser poco sostenible. Una investigación de WWF afirma que de cada 100 litros de agua que se producen en nuestro país, 80 litros se consumen en la agricultura. El problema viene por una mala gestión del riego. Los investigadores de la Universidad de Granada destacan cómo cuando se riega en superficie el sol seca parte de esa agua. Si se corta el riego de manera drástica, podemos acabar con el cultivo. “Lo podemos ver mucho por Andalucía”, cuenta Raúl Rojano. “Árboles muy grandes pero secos. Esto pasa cuando hay restricciones en explotaciones de regadío”. El problema no existiría si utilizáramos el dispositivo infiltrador, según sus creadores, ya que se llevaría el agua de riego directamente a la raíz.
Jesús Párraga ha hecho cálculos. Afirma que regar con una cantidad de 100 litros de agua un olivo en verano es un “mal uso del riego”. El catedrático apunta a que 60 de esos litros de agua se perderán debido a las altas temperaturas veraniegas. Sin embargo, “el infiltrador es sumidero de todos esos 100 litros, que van directamente a las raíces”.

La productividad del olivar: otro de los beneficios del infiltrador
En un ensayo de campo, Raúl Rojano implementó el dispositivo infiltrador en 90 de los 100 olivos de su plantación. Los resultados hablan por sí solos: los olivos equipados con el infiltrador destacaron al producir 30 litros de aceite por cada 100 kg, duplicando prácticamente la eficiencia en comparación con los 10 olivos desprovistos del dispositivo, que apenas lograron alcanzar los 15 litros de aceite. Estos datos resaltan la contribución significativa del infiltrador en la mejora de la productividad del olivar.
En una finca cordobesa, los resultados obtenidos con el Hidroinfiltrador han sido igualmente notables. Antes de la implementación del infiltrador en el olivar, la explotación se enfrentaba a «riego deficitario». En ese escenario, lograba recolectar 20.000 kg de aceitunas. Sin embargo, tras la instalación de los dispositivos infiltradores, se logró aumentar esa cifra en 15.000 kg adicionales.
En la Finca San José de Linares, Marifé Bruque, gerente de la finca, ha experimentado resultados equiparables al implementar el hidroinfiltrador como parte integral de su proyecto «LIFE Olivares Vivos«. Bruque afirma que, gracias al dispositivo, está logrando la recuperación de la fertilidad y porosidad del suelo, comparándolo con un medicamento vital. «Es como cuando a un enfermo le colocan una vía con suero. Al olivo le hemos colocado esta vía para que le llegue agua», explica de manera muy gráfica.
Testimonios como estos respaldan la eficacia del hidroinfiltrador en la revitalización de suelos y la mejora sostenible de la productividad en los olivares. Quedamos a la espera de que los resultados de un análisis de la Universidad de Valencia vuelvan a refrendar las ventajas de este invento, un invento cuya meta es garantizar la salvación de la tierra, la salvación del olivar.